Translate

lunes, 4 de junio de 2012

La cueva del "Algarrobo" de Rubén Darío Cedeño


"El Algarrobo", así le llamaban a esa parte del río debido a un árbol del mismo nombre que había crecido cerca y cuyas raíces eran tan extensas que ocupaban gran parte del charco. En una esquina, una cueva enorme era la atracción de muchos que visitaban el lugar. En su entrada se tomaban fotos y bromeaban, pero nadie, absolutamente nadie se había atrevido a ingresar en ella hasta ese día.
Paco y Helen eran los últimos de cinco parejas de jóvenes que decidieron ingresar. La idea de hacerlo, surgió tras una conversación que tuvieron la noche anterior con el padre de Paco. Esa tarde, la presión la ejercieron unos chicos que habían ido de la ciudad. Ellos no querían dejar la experiencia en las afueras del tenebroso sitio.
Helen temblaba del miedo. Así era ella y la idea no le agradaba para nada, pero valía más la curiosidad. Tomada de la mano de Paco intentaba recibir el ánimo suficiente para afrontar lo que venía. Le decía a su novio, que si lo lograban, tendría entonces una historia más que contarles a sus hermanas de la ciudad.
Como era de esperarse, las telarañas que ocupaban la entrada de la cueva, se enredaban en el cabello de los aventureros y las bromas que se jugaban, no eran nada agradables para los más miedosos. 
Uno de los que adelantaba el grupo intentó cortar las raíces que obstaculizaban el paso. Al hacerlo, las demás también se movieron y repentinamente el eco del golpe del machete, se convirtió en un sonido como de estampida que provenía de dentro de la cueva. Los chicos no se movían, quizás por el miedo que les produjo, a pesar de que cada vez se escuchaba más cerca.
Un grupo incontable de murciélagos se abalanzó sobre ellos tratando de escapar. Ellos con sus machetes, ropas y lo que tuvieran a mano trataban en vano de ahuyentarlos. Estuvieron, por segundos, rodeados de animales que emitían sonidos escandalosos y vertían sobre ellos un líquido extraño.
De momento, Andrés, el mayor de todos, tomó de la mano a su chica y comenzo a correr hacia la entrada que ahora se convertía en única salida. Los demás hicieron lo mismo sin parar la carrera a aproximadamente 50 metros de la entrada.
Ya fuera las chicas lloraban. Ellos aún con excesivo cansancio y miedo, trataban de calmarlas. Pero algo no andaba bien. Al salir, eran ocho. Faltaban dos. Faltaban Paco y Helen. La repentina tranquilidad se convirtió otra vez en desesperación. ¿Qué habría pasado con sus amigos?
Dentro de la cueva los dos jóvenes, tomados de la mano, se miraban pero sin decir nada. El miedo de Helen le inmovilizó y no pudieron escapar. Al parecer ya había pasado todo. 
El ruido, que parecía de película de terror, ya no se escuchaba, las raíces ya no molestaban el paso, pero cuando intentaron salir, descubrieron lo grave y peligrosa que era su situación. El sonido de estampida no eran los murciélagos solamente, eran parte de la entrada de la cueva derrumbándose. Sus amigos lograron escapar sin percatarse que el peligro estaba sobre ellos. Los animales, con su instinto eran, indirectamente, mensajeros para los chicos.
Helen y Paco estaban allí dentro, atrapados. Con sus dos linternas de mano o "Flash Light" como les llamaban, tendrían un desafío mayor. Su objetivo principal sería intentar salir de allí antes que el aire comenzara a faltar, antes que anocheciera, pero sobre todo, antes que las historias que había contado el padre de Paco, sobre extraños seres que habitaban la cueva, se hicieran realidad.

Rubén Cedeño

NombreRubén Darío Cedeño
Emailrubedar07@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario