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jueves, 17 de mayo de 2012

"El regreso" de David García Flórez


Separados por los kilómetros, alejados de los besos y las caricias, de aquellos eternos abrazos y fuertes suspiros, luchando contra el tiempo y el desespero de sentir sus pieles cercanas no se rendían, no era suficiente, nada era preciso para borrar de sus mentes la infinidad de momentos sublimes que juntos habían vivido, el mismo deseo seguía vivo y las esperanzas imperecederas para pensar en el futuro de sus cuerpos y corazones unidos como siempre.

El miedo tomaba ventaja en ella que sentía que la guerra arrebataría de sus brazos el hombre que tanto había amado, pensaba una y otra vez porqué se habría ido, porqué la habría dejado allí, sumida en llanto y confusión al ver que él decidía entregar su vida en nombre de una causa que sentía, necesitaba de su mano, repetía en su mente las últimas palabras que de su voz serena habían salido “Regresaré ¿Por qué no habría de hacerlo si eres todo para mi? No me olvides y espérame con un beso” y que con una sonrisa sellaron la última vez que lo vio.

El primer año de su ausencia recibía sus cartas que manchadas con tierra y lodo anunciaban que todo estaba bien, que le recordaban cuanto la pensaba, la extrañaba y la necesitaba, de vuelta, ella escribía que esperaba su pronto regreso, que nunca la olvidará y que le prometiera que regresaría con vida, a salvo, que los sueños que tenían aún no se habían cumplido a lo que él contestaba afirmándolo una y otra vez “Te prometí que nunca te dejaría, aún tenemos muchos sueños que cumplir” era inevitable que tanto ella como él no rompieran en llanto al leer sus cartas y sentirse tan lejanos.

Los tiempos fueron duros y las noticias de las complicaciones de la guerra fueron desastrosas, las cartas dejaron de llegar y los anuncios de muertes cercanas auguraban lo peor, era inevitable pensar que lo que más temía había pasado, pero entonces, ¿Por qué ninguna carta anunciaba la muerte de él? Todas las ideas eran difusas y aún más con las lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta.

Con el corazón en la mano y el cansancio en su cuerpo él luchaba, seguía en pie a pesar de las heridas por cumplir su promesa, por alcanzar sus sueños, por recobrar el tiempo y compartirlo con ella, el único motivo que lo mantenía vivo y con la fuerza para no decaer en una situación que lo aturdía y magullaba, que quebrantaba su alma pero no destruía. La falta de sus besos y caricias era más doloroso que las noches heladas durmiendo bajo escombros, que la lluvia torrencial que los azotaba, la pobre y casi putrefacta comida de cada día, que las largas y extenuantes caminatas que maltrataban sus pies aprisionados en botas testigos de sangre, sudor y dolor.

La situación hacía imposible tener tiempo, incluso materiales adecuados para escribir una carta, el miedo de él era diferente, sentía que su ausencia y la falta de sus cartas harían que ella se rindiera, lo abandonara y buscara a alguien más que cumpliera sus sueños y fuese capaz de alcanzar sus metas, quería abandonar todo y si era necesario correr hasta sus brazos tan solo para verla una última vez y poderle decir que la amaba con todo su ser para luego caer exhausto y morir tranquilo. Todo se tornaba desesperante para él, incluso, el mismo miedo había hecho muchas veces hacerle caer en el deseo de morir al pensar que efectivamente ella lo había dejado, pero el amor entre los dos era tan fuerte que esa conexión entre sus corazones no se había perdido y eran esas corazonadas las que lo alentaban a continuar.

Dos años habían pasado desde la última vez que sus labios se tocaron y sus voces se escucharon, el día que ninguno creía posible después de tanto tiempo había llegado, el regreso a casa era inminente, a pesar de seguir en guerra, el territorio en el que había estado ya no necesitaba de él, extrañamente no quiso informar nada, quería llegar sorpresivamente, era lo que le decía su corazón, ella no sabía nada, lo que tanto esperaba no sabía que ocurriría tan pronto, se sentía resignada. Esta vez no había uniformes raídos, ni sucios, no había botas llenas de lodo ni cascos rayados, no había armas ni bolsas de campaña, solo un alma llena de recuerdos y con el único deseo de recuperar tanto tiempo, un corazón fulminado por la adrenalina, sus pasos lentos y torpes subieron las escaleras que daban a la puerta de su casa y levantando el puño nerviosamente toco a la puerta esperando respuesta, del otro lado ella no tenía idea de lo que esperaba, camino hacia la puerta y la abrió, en ese instante el silencio fue inminente, las palabras serían efímeras, solo una mirada penetrante que inundo los ojos de lágrimas y luego un abrazo tan fuerte que ni siquiera el no poder respirar hubiese importado y fue allí, el momento en el cual las palabras tomaron importancia y la única frase que se escucho en medio del llanto “Regresé, es hora de seguir cumpliendo nuestros sueños, nuestra promesa siempre seguirá en pie” hizo que se cerrara la puerta y tras ella se recuperasen dos años en medio de las sábanas, los besos, las caricias y dos corazones que se amaban completa e infinitamente.

NombreDavid García Flórez
Emaildavitodx@gmail.com

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