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lunes, 4 de junio de 2012

"La Cintura Más Estrecha del Mundo" de Guillermo Mueses


Desde muy pequeña, Clarice soñó con tener la cintura más estrecha del mundo, pero la madre naturaleza le había negado la suerte de bendecirla con la misma silueta de guitarra de sus primas. En cambio, le tocó soportar el ingrato mote de “Chiffonier” desde que su memoria guardaba registro. Entonces, bastaba con verse en el espejo para ahogarse entre obesas lágrimas.

Durante sus primeros años en un pequeño suburbio de Stratford, Connecticut, su único aliciente era hojear viejos números de Manners, Culture and Dress y maravillarse con las curvas perfectas y diminutas cinturas que dibujaban, en las damas de sociedad, la moda victoriana y la haute couture.

Un día, casi sin querer, a sus manos llegó como una divina epifanía la respuesta a sus más hondas plegarias. Se trataba de un oscuro artículo sin firma sepultado en la página 23 del número de febrero de 1940 de la revista McCall’s. En él se anunciaba el renacimiento de una prenda identificada como “waspie”. Esta variante del corset había sido diseñada para crear el look de la clepsidra, promovido por la estrella ascendente del estudio de Robert Piguet, un joven diseñador francés llamado Christian Dior. El artículo profundizaba en la técnica del “Corseting”, definida como la “constricción gradual y mecánica del torso con el propósito de mejorar la figura y la postura”.

El o la autora, establecía que el cuerpo femenino normal tenía un proporción de 70% entre cintura y cadera, y de 75% entre busto y cintura (Ej: 37-27-38). Una figura mejorada debería poseer una proporción de 45%, correspondiente a una cintura de 18 pulgadas de circunferencia. Para alcanzar tal medida, el torso debería ser entrenado de manera paulatina mediante el uso del corset. Se advertía, no obstante, sobre los riesgos fisiológicos del proceso, que implicaba el desplazamiento de las vísceras, estómago e hígado, y la compresión permanente del pecho, una condición conocida como enfermedad de Glenard.

Pero tales amenazas no amedrentarían a la pequeña Chiffonier Clarice, pues el artículo venía acompañado de una foto de espaldas de Emilie Marie Bouchaud, una cantante de vodevil francesa mejor conocida como Polaire y a quien a la sazón se le reconocía el record de la cintura más estrecha del mundo con 14 pulgadas de circunferencia. A partir de entonces, romper la marca de Polaire se convertiría en la obsesión de Clarice.

Al cumplir los 12 años, una diligente Clarice había logrado reducir su cintura de 36 a 23 pulgadas en tan sólo 40 meses. El paso de la niñez a la adolescencia y el consecuente ensanchamiento natural del cuerpo trajeron consigo nuevos retos y, en lo adelante, el proceso se tornó más lento y doloroso. Sin embargo, esto no constituyó un obstáculo para que, a los quince años, Clarice luciera la impresionante cintura de 17 pulgadas y tres cuartos, un monumental logro para la otrora niña armario que ahora era cortejada por todos los señoritos del pueblo, quienes la apodaban “Cintura de Avispa Clarice”, mientras sus primas se morían de púber envidia.

Pero la talla Polaire aún estaba lejos. Especialmente luego de que, un verano, Clarice cayera enferma y fuera diagnosticada con una rara afección pulmonar que le provocaba frecuentes desmayos. Los doctores le indicaron retirar el corset de manera indefinida en lo que lograba aumentar su capacidad respiratoria a los niveles normales para su corta edad. Clarice tenía 17 años y su cintura medía 15 pulgadas y cinco octavos.
Seis meses después, Clarice había recuperado el aliento, pero también había ganado una pulgada y un octavo extra de cintura. Fue ese invierno cuando se enteró de que, el verano siguiente, se estaría celebrando la competencia mundial para encontrar la cintura más estrecha del mundo en Palisades, New Jersey. Contra todas las recomendaciones médicas, Clarice volvió a usar el corset. En esta ocasión, se hizo fabricar uno por la Compañía Spirella de New Haven, que consistía en una modificación del modelo Clepsidra con 96 hojaletes cruzados y cordones calibre 80 de nylon reforzado. Esta cámara de tortura era capaz de ejercer una presión de 15 libras por pulgada cuadrada sobre el cuerpo de la adolescente, tres veces más que un corset normal.

Tras seis meses de penitencia, autoflagelación y tormentos inenarrables que casi la llevan a la muerte, Clarice había logrado reducir su cintura a 13 pulgadas y media. Finalmente había vencido a Polaire (quien, por cierto, nunca recibiría la noticia, pues yacía en su tumba de Champigny-sur-Marne desde el otoño de 1939).
El 23 de agosto de 1948, una demacrada y frágil Clarice arribó en Palisades dispuesta a reclamar su trono como la dueña de la cintura más estrecha del mundo. Poco le importó que la prensa neoyorquina promoviera un boicot del evento llamándolo “desagradable pasarela de engendros de circo”.

El día de la medición, Clarice sufrió un desmayo por hipoxemia y fue ingresada de emergencia en el Mount Sinai Hospital. Entre balbuceos delirantes que brotaban de su garganta exangüe, trató en vano de lograr que los jueces fueran a medir su cintura en su lecho casi de muerte. En vano hubiese sido pues, al otro día, el titular del New York Post consignaba que la ganadora había sido Gnesen Suchocka, una joven polaca de 16 años cuya cintura había medido 12 pulgadas y un cuarto.

Lo que sucedió a continuación sigue siendo un misterio que elude a los más acuciosos investigadores. Algunos registros dan cuenta de que Clarice abandonó el hospital la noche el 3 de septiembre sin haber sido dada de alta. Una nota del New York Times, fechada el 6 de septiembre de 1948, relata el hallazgo de la mitad superior del cuerpo de una mujer entre 18 y 20 años en estado de descomposición a orillas de Staten Island, aunque algunos testigos afirman haberla visto la madrugada del día 4 en Grand Central Station, abordando el tren hacia Hartford. Algunas crónicas la colocan en Virginia, felizmente casada y madre de tres niñas, muy rollizas por cierto. Hay quienes dicen que se retiró a un convento de hermanas de claustro en la frontera canadiense y que murió muchos años después, como una anciana gorda y decrépita. Una versión muy difundida a ambos lados del Hudson, habla de una extraña aparición que todavía deambula por los riscos de Palisades. Se trata de una mujer que camina separada en dos partes, pues allí donde debería estar la cintura, sólo hay aire. Este autor no puede confirmar ni negar esta última versión.

NombreGuillermo Mueses
Emailgmueses@gmail.com

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