Un grupito no muy chiquito, se dejaba ver entre las sombras, cuando el sol
se escondía; cuando sus rostros no se distinguían, se veía como juntos caminando
uno a uno se paseaban como dueños del terreno, reclamando derechos, juntando
voces para parecer más certeros y grandes ante los ojos de los mortales que en el
terreno permanecían por labores académicas que necesitaban para sus vidas, porque en el
mundo en que vivían si no poseían conocimiento alguno se convertían por embrujo de los
otros en desecho, o en escoria social, poderes que habían sido concedidos
por “Elite”, un hombre de aspecto áspero, austero y con un tono bastante grave
en la voz, con quien se tenían que relacionar si querían ser muy importantes en
un terreno mas grande que aquel en que se entregaban a las labores.
Ese grupito de nombre innombrable, de composición extraña entre la
sentencia normativa del grupo de permanecer en clandestinidad, y la necesidad de
ser escuchados y seguidos por los mortales que desconocían todo de ellos, excepto
su protagonismo febril y su actuar inconfundible, un día que se cubría con un
manto encantado que había propiciado el señor “Falaz”, que no distinguía entre
la verdad y el amarillismo, generó una inconformidad en este grupito. Entonces haciéndose
paso entre los arbustos y revisando minuciosamente el área cambiaron de atuendo
tomando una pócima, anduvieron entre la multitud mezclándose entre los
mortales, sin despertar sospecha, y maquivelaron todo para que nadie notara de
su presencia pero si notara de sus propuestas, con un polvito de “credulidad”
que le permitieron al más pequeñín esparcir entre los mortales, porque a él le
quedaba más fácil escabullirse, convencieron a la mayoría de la conspiración
del señor “Falaz”.
En aquel momento en ese terreno que antes se respiraba tranquilidad se
empezó a respirar desconcierto, los mortales corrían y perdían sus pertenencias
sin percatarse de ello, entonces Clarisa que era más dada a la cautela, se fue
lentamente observando cada movimiento, analizando cada palabra, mientras se
encontraba en esa tarea percibió a un pequeñín correr sigiloso por entre sus
amigos mortales, esto le pareció sospechoso y no porque estuviese corriendo,
porque así la mayoría lo hacía, sino porque este lo hacía con singularidad una
de mover sus manos de tal forma que parecía suministrar a todos algo, pero ese
algo Clarisa no lo alcanzaba a distinguir. Fue así como ella se aprovecho de la
turbamulta, de la pérdida de control, y persiguió discreta al pequeñín, cuando
menos pensó se encontraba en un lugar que desconocía, un lugar lúgubre con
hojas de arboles secas por doquier; resolvió esconderse tras un árbol cuando
notó que los compañeros de marcha eran nada más y menos que aquellos que
pertenecían a ese grupito que no se dejaba ver en el día, vio como el pequeñín
con un ungüento tomaba forma como parte de ellos, vestido de negro y sin un
rostro definido.
Clarisa que de miedos no conocía, cierto día lo conoció, cuando mirando
intrigada por el ritual que este grupito llevaba a cabo, lo vio transparente a
través de los ojos de aquel pequeñín que imprimió en ella toda la furia de
quien es descubierto y no quería que así fuese, sus ojos se tornaron rojos
llenos de llamas, brillaba una luz no esperanzadora sino asfixiante que tomo a
Clarisa y la dejo inmóvil, impedida y temerosa, luego ella vio como aquel ser
le hacia un gesto a un compañero y señalaba al árbol en que ella se encontraba.
Ella salió corriendo, sin embargo cuando lo hacía recordó un conjuro que su
abuela le había enseñado de pequeña, que se lo enseño con la condición de solo
usarlo cuando su vida corriera verdadero peligro, entonces dejo de correr, y
recitó el conjuro:
– “Recordaos que el pasado te puso al servicio de la vida, que solo ella
podrá decidir cuándo termina, recordaos que no es justo que me quites la vida yo
os juro que soy vitamina, oh! Luna tu que me iluminas permíteme ser invisible a
los ojos del peligro inminente de aquel que quiere vestirse de verdugo en el
día”–
Y terminado el conjuro vio como el pequeñín y sus secuaces caminaron en
círculo buscándola sin dar con ella.
Aun así y ya bajo las circunstancias en las que se encontraba y en el
efecto de invisibilidad decido seguirles e investigarles más a fondo, pues veía
que la integridad de los mortales se ponía en peligro cuando este grupito
dirigía las ideas.
Llegó hasta el lugar por el que ella todos los días arribaba al terreno,
ahí vio al grupito y a otro grupito también muy parecido, de aspecto tal vez
más imponente pero en esencia lo mismo, robustos, de negro y con cara
indistinguible, vio como ambos, los del bando de “Falaz” y el grupito del
pequeñín se enfrentaron con pócimas, ungüentos, conjuros y polvitos mágicos,
ambos grupitos eran muy buenos pero desperdigaban sus fuerzas y conocimiento en
la magia con el enfrentamiento, pues los mortales no veían mas allá de lo
grande que eran las armas de enfrentamiento sino que veían lo superficial, el
polvo que quedaba al final de cada encuentro frente a frente entre ambos
grupitos.
Clarisa que aun se preocupaba por la vida de los mortales, se ingenió la
forma de comunicarles de la realidad a aquellos que convencidos por la
conspiración de “Falaz” perseguían al grupito, la forma de absolverlos con la
luz de la verdad y poder quitar el encantamiento que había provocado
“credulidad”, ella se pronunciaba como viento y susurraba a los oídos de sus
amigos los mortales conjuros para despertaros del hechizo, así poco a poco y
más bien lento los mortales fueron entendiendo la situación y sacudiéndose con despabilamiento.
El pequeñín que seguía siendo el encargado de esparcir “credulidad” y mantener
a los mortales con ellos, se percató de ese comportamiento, y él que no olvidaba
que Clarisa se les había escapado dedujo hábilmente que ella era la culpable de
eso, y dejando a un lado la tarea con los mortales y el enfrentamiento con los del
bando de “Falaz”, buscaba pistas de acuerdo como iban despertando, así le era
más fácil atrapar a Clarisa, ella insistía en su labor de susurrar a los mortales,
y olvidaba por completo la advertencia de la abuela cuando le ensenó el
conjuro, que decía que este duraba el tiempo necesario para escapar del peligro
y que una vez desvanecido era imposible volver a usarlo.
Clarisa finalmente terminó su tarea, y salió casi que corriendo de aquel
sitio hasta encontrar un lugar más solitario donde pudiera permanecer
escondida. El pequeñín notó la brisa que Clarisa generaba con la huida y la
siguió como si supiera que realmente era generada por aquella espía; justamente
por eso el pequeñín vio como un lugar que antes estaba vacío, se llenaba con
una figura de un cuerpo, muy callado se acerco a esta figura y le sorprendió
por la espalda, Clarisa solo sintió un aire frio que helaba, unas manos
cubiertas que la iban asfixiando, intentó defenderse incluso con el conjuro de
su abuela, ignorando que este ya no le servía, pero el pequeñín ganaban en
fuerza y logró dominarla y finalmente matarla.
El cuerpo de Clarisa fue encontrado al día siguiente con un doliente que
moría junto a su hija, pero al que nadie podía dar explicaciones de lo
sucedido, los mortales que se fijaban solo en lo superfluo pasaron indiferentes
frente a la escena, tan solo se fijaban quien era el desafortunado de no seguir
con vida y seguían su camino apurado por las labores que les esperaban. El
pequeñín y su grupito como siempre permanecían ocultos mezclados entre las
multitudes influenciando las corrientes de aire para ser seguidos por los
mortales, y es que en ese mundito el privilegiado era del más astuto no
importaba el caso, así Clarisa murió en el terreno, en la mente de los mortales
y en la memoria de quien acabo con su vida, tan solo permanecía merodeante en
el corazón y en el recuerdo de su padre.
Nombre | María Andrea Cruz Blandón |
andrea1391@gmail.com |
No hay comentarios:
Publicar un comentario