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lunes, 14 de mayo de 2012

Esperanzas, modas y lecturas (Homenaje a Don Ernesto Sabato)


El muchacho pobre que leía mucho sintió gran felicidad cuando supo que allá afuera, en el mundo que no le pertenecía, se había puesto de moda la lectura, y hablar de libros, y de autores, y asistir a Ferias y todo eso, justo cuando se cumplía un año de la muerte de Don Ernesto Sabato.

-Es maravilloso -pensó.

-Es la ventaja de las modas -comentó el anciano vendedor de libros de segunda mano del centro de la ciudad-; las modas son como puertas por las que las personas atraviesan a salones y galerías temporales en los que hay una relativa posibilidad de que otras personas, que desde siempre se han identificado con eso que ahora los reúne, sean escuchadas.

El muchacho pobre que leía mucho pensó entonces que ahora que esa puerta estaba abierta, quizás encontraría alguien con quien compartir tantas y tantas cosas que habría tenido calladas siempre, desde cuando, siendo muy pequeño, leía los viejos diarios antes que fueran vendidos como material de reciclaje, época en la que conoció por primera vez autores como Stevenson, Poe o Sabato, gracias a los esfuerzos de una profesora de la escuela pública y aquella colección de literatura de bolsillo que su padre había comprado muchísimo tiempo antes, precisamente en la tienda de libros de segunda mano que seguiría frecuentando el hijo, cada vez que contaba con algún dinero.

También recordó el sentimiento de particular emoción que experimentaron Martín del Castillo por Alejandra Vidal, o Juan Pablo Castel, por María Iribarne, cada que estos hombres encontraban en aquellas señoritas alguna señal que les permitía tener la esperanza de no hallarse solos en el mundo, o al menos, de saber que sus almas podrían ser interpretadas, de forma que aquellas mujeres eran mucho más que atractivas, simpáticas y extraordinarias. Entonces pensó que quizás, en alguna calle, en un restaurante, en un bus o hasta en su propio lugar de trabajo, llegaría una escena para él, tal como la tuvieron los personajes de El Túnel y Sobre Héroes y Tumbas, una escena en la que una atractiva y enigmática mujer tendría algún tipo de conexión especial con este muchacho pobre que leía mucho, en virtud de la amada lectura.

-No hay que emocionarse tanto –espetó el viejo asesor/vendedor de lectura, ser ambiguo que a manera de un Caronte moderno, es capaz de transitar entre dos mundos tan distintos como el de la expresión artística a través de las letras y el de las relaciones basadas en el interés propio, la conveniencia y la desconfianza-; luego de tantos años en este negocio, uno sabe que la moda a la lectura, que se impone necesariamente por excusas comerciales, funciona igual que todas las modas: la mayoría de las personas que llegan persiguiéndola, generalmente se van con su ocaso; se van a buscar otras puertas y hacia otros salones, siempre en permanente carrera por no quedarse atrás. Ya te digo: con una persona que se quede ya es ganancia, sobretodo tratándose de libros y lecturas.

Al mes siguiente, con el fin de la Feria del Libro, Bogotá volvería a la normalidad, y el muchacho pobre que leía mucho quedó en aquél salón sin fronteras, que puede estar en cualquier parte, junto a otros tantos anónimos seres, mujeres y hombres conspiradores contra la precariedad del Mundo Material, que saben que hay letras que fueron creadas para volar con ellas, recorrer los caminos insondables del Alma, auscultar el comportamiento y el Destino de la Humanidad, atreverse a soñar y adentrarse en el conocimiento y expresiones de la Naturaleza, el Arte, la Vida, el Amor y la Muerte. No son para cualquiera.

Pero también saben que hay letras diseñadas para difundir los rasgos necesarios para estar a la moda, ofrecer automóviles y créditos bancarios, revelar los secretos de belleza e intimidades de la gente famosa, o para construir discursos políticos.

-Y aún así, es maravilloso.

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NombreHENRY CASTELLANOS CÁRDENAS
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